Los manuales de conducta surgieron durante el siglo XIX cubano como un instrumento de la élite criolla en ascenso, para imponerse como modelo de un sujeto nacional imaginado en construcción. Estos textos, también llamados de “urbanidad y buenas maneras” fueron importantes símbolos de las aspiraciones de la élite criolla, en tanto tecnologías para la conformación de un tipo de cuerpo —burgués, blanco, heterosexual, cubano— moldeado para habitar las nuevas configuraciones espaciales urbanas que trajeron consigo las tendencias modernizadoras de inicios de siglo. El presente artículo examina las formas sinérgicas en que los manuales de conducta, y su ideología motora, la urbanidad, se desarrollaron en estrecha relación con otra importante tecnología de gobierno y diferenciación de cuerpos en el espacio: el ornato. Bajo la premisa de adecentar, las políticas de ornato tenían como objetivo transformar La Habana en una elegante capital, colonial y moderna a la vez, concebida como una imagen limpia de referencias sensoriales a cuerpos negros y femeninos marginales. Al examinar las conexiones discursivas entre el ornato y la urbanidad se evidencian las formas en que la respetabilidad moderna burguesa se negociaba, no sólo en un plano simbólico sino también a través de la regulación de las sensaciones y emociones.