La cuarta novela de la pentagonía, El color del verano, es la última obra que Reinaldo Arenas escribió antes de su muerte. El mayor interés del autor antes de fallecer era acabar su pentagonía. Escrita en el exilio y con la presión del tiempo, esta novela es el gran desquite del escritor, en el que testimonia, con un lenguaje irreverente, las persecuciones sufridas en su país. Comenta Joaquín Marco que El color “constituye una venganza literaria y política, un sarcasmo contra quienes figuran en el actual mundo literario o político cubano (…), una provocación sexual (…), elaborada con elementos autobiográficos, parodias, relatos, ejercicios de estilo” (15). Al no sufrir ya en Estados Unidos la persecución política, intelectual y sexual, Arenas se atreve a denunciar más directamente el sistema que lo humilló. Explica en el prólogo: “En este país, como en todos los que he visitado o he residido, he conocido la humillación, la miseria y la hipocresía, pero también he tenido el privilegio de poder gritar. Tal vez ese grito no caiga en el vacío” (El color 260). Se siente en cada una de las páginas de la novela la nostalgia del exiliado, así como su furia contra el gobierno que lo llevó a huir de su país natal.

Este marcado carácter de denuncia lleva al escritor a otorgar su propio nombre al protagonista que, como él, es también un escritor y homosexual perseguido por el gobierno de un dictador llamado ’Fifo–2 que lleva en 1999 cuarenta años en el poder. Por primera vez, Reinaldo Arenas opta por escribir una autoficción, dando un carácter aún más verídico al testimonio que ya se había encontrado en las novelas anteriores. Para sobrevivir en ese mundo hostil el protagonista debe mantener una doble vida con diferentes personalidades según las circunstancias y la gente que lo rodean. Reinaldo Arenas lleva esta denuncia a cabo con la parodia y la carnavalización de los hechos reales: se burla de todo y de todos, hasta de sí mismo, y logra de esta manera dejar un testimonio muy profundo y una crítica feroz de la Revolución Cubana. El color es, en cierta manera, una reescritura burlesca de Antes que anochezca en la que el autor ha vuelto a aprovecharse de las libertades que le ofrece la ficción, y en este caso también el humor, para comunicar su mensaje de denuncia.