Published online by Cambridge University Press: 16 February 2023
Isabel II, la caída, y la prostitución tolerada
El advenimiento al Trono de Isabel II en 1843 no parece ser ajeno al hecho de que, a partir de esta década, se incremente el número de estudios de varia disciplina dedicados al análisis de la situación de la mujer contemporánea, como documentan los trabajos de Catherine Jagoe y Cristina Enríquez de Salamanca (1998), Geraldine Scanlon (1986) y María del Carmen Simón Palmer (1974–79), atención bibliográfica también vinculada a la preeminencia social de la burguesía, la nueva clase ascendente en la que la mujer encarna la plasmación de sus valores morales más representativos. Este interés creciente por la condición socio-moral y fisiológica femenina experimentó un acusado rebrote a partir de la Revolución de 1868. Al calor de La Gloriosa se gestaron proyectos reformadores, encabezados fundamentalmente por el Partido Republicano, defensor de la emancipación de la mujer, y por los krausistas y sus propuestas para lograr la modernización y el progreso de la sociedad española. Los republicanos finiseculares abanderaron la causa de la emancipación económica femenina y promovieron el asociacionismo político de las mujeres como una vía para la concienciación de sus congéneres, y así lo recogen Simón Palmer (2002a) y Carmen Pérez Roldán (2001: 125–28). En sintonía con este espíritu reformista, los literatos y militantes filorrepublicanos convirtieron el tema de la situación de la mujer española en el eje temático de sus obras; en ellas, la mujer aparece como primera víctima social de la miseria y de la ignorancia. Pero lo cierto es que, excepto algunas reformas introducidas en los planes de educación femenina del primer gobierno liberal de la Restauración (1881–84) —que, no obstante, mantenía los currículos académicos diferenciados según el sexo y, en el mejor de los casos, la propuesta pedagógica para la mujer no pasaba de ser un mero ‘adorno’ para el ángel doméstico—, la situación real de las mujeres apenas varió, como se evidencia en el nuevo Código Civil de 1889.
El mencionado interés por la condición de la mujer contemporánea lo perciben y declaran aquellos autores que se suman a este vasto caudal bibliográfico, como Vicente Ortiz de la Puebla en su lujosa Historia universal de la mujer (1880).
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